*Nota: este
cuento ya lo había publicado, sin embargo, ayer en el taller de Estilo y
Género lo editó mi profesor y me dijo: Si le haces esta talacha, ya
tienes un cuento. Hice una nueva entrada para dejar la versión anterior
también porque me gusta el final.
Ahora sí, disfruten el cuento...
Somos Pintura
Un hombre. Una mujer.
Había también una cama. La cama era el escenario de un abrazo.
El abrazo.
Fuerte, muy fuerte,
irrompible.
Eterno.
– ¿Por qué no podemos
mezclarnos? – Preguntó él. No buscaba más respuesta que un beso.
– Porque no somos
pintura – Respondió ella. Maldita su obsesión de contestar preguntas
incontestables.
– Pero sí lo somos,
mira.
Y ya ninguno de los dos
dijo nada. Porque hombre y mujer no eran sino pintura y se mezclaron hasta que
las sábanas se pintaron de ellos. Llegaron el fin del mundo y el fin de los
tiempos y se acabó todo lo que tenía que acabarse, excepto la cama.